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Ilmo. Sr. Don Benito Crespo y Monroy (1734-1737)
El décimo sexto sucesor de Fr. Julián Garcés fue natural de Mérida en Extremadura, España, donde nació en el año de 1673.
Era fraile de la orden de Santiago, en el convento de San Marcos de León y fue colegial y rector del colegio de su orden, llamado del Rey, en Salamanca; doctor y catedrático de filosofía de su universidad, de cuyo claustro y de cuya academia fue ilustre miembro, siendo de esta última catedrático de artes; mas tarde fue nombrado visitador del convento de Uclés y de las comendadoras de Salamanca y Valladolid.
Por el año de 1720 paso a la entonces Nueva España, como Deán de la S. Iglesia Catedral de Antequera, Valle de Oaxaca.
En 1722 fue presentado por el rey: Carlos II de España a la Santa Sede Apostólica como décimo tercer Obispo de Durango (llamada entonces: diócesis de Guadiana y Nueva Vizcaya), que se encontraba “vacante” desde el 13 de abril del citado año de 1722.
Fue consagrado solemnemente en la S. Iglesia Catedral Metropolitana de México, el 21 de diciembre de 1722, por el Ilmo. Arzobispo de México José de Lanziego y Eguilaz, O.S.B., tomando posesión de su diócesis el 22 de marzo de 1723.
Con ejemplar celo apostólico e infatigable caridad pastoral, ganándose el corazón y la confianza de todos sus diocesanos, visitó su vasto obispado hasta internarse en la región del entonces Nuevo México, dejando en todas partes gratos vestigios de abnegado amor hacía los más necesitados que lo consideraban y lo trataban como a un verdadero padre, presto a atender a sus ruegos y a remediar todos sus males. A él se debe la construcción del puente del Ojo de Agua en la Cuidad de Durango
Habiendo gobernado a su diócesis duranguense por espacio de 12 años, en enero de 1734 fue trasladado a la sede episcopal de Tlaxcala o de Puebla de los Ángeles, que se encontraba “vacante” por la muerte de su esclarecido prelado: Ilmo. Lardizabal y Elorza, desde el 18 de febrero de 1733.
El 24 de octubre de 1734 tomó posesión de su diócesis angelopolitana, por poder otorgado, “in solidum”, al Sr. Dean: Lic. Diego Felipe Gómez de Angulo (años más tarde: Dgmo. XVII Obispo de Oaxaca), al Sr. Chantre: D. Juan Francisco de Vezgalla y Muñoz, al Sr. Maestrescuelas: Dr. Domingo Antonio de Zatarain (años mas tarde: Dgmo. Obispo de León, Nicaragua), y a los Señores Prebendados: Lic. Francisco de Zayas Bazán, Dr. Francisco Marcos Manrique y D. Francisco Yñiguez de Vetolaza, todos miembros del venerable cabildo angelopolitano.
Celoso de la dignidad y esplendor del culto divino, firmó este prelado, el 4 de octubre de 1735, un importante documento por el que recomendaba la fiel observancia de los Sagrados Ritos en la celebración de las Misas, con concurrencia, en la S. Iglesia Catedral.
Fue muy dado a la lectura de los Santos Padres y predicaba frecuentemente en la S. Iglesia Catedral, en estilo de Homilía; se ejercitaba muchas horas en la oración mental, siempre de rodillas.
Ejercitó con el mayor esmero y actividad, los oficios de abnegada caridad cristiana, asistiendo, como buen Pastor, a sus ovejas durante la terrible peste, llamada: “Matlahzahuatl” que, en julio de 1737, se desarrollo espantosamente en la ciudad de Puebla y que causó cientos de víctimas y que dio margen a que el Excelentísimo Sr. Crespo y Monroy se convirtiera en autentico imitador del egregio Arzobispo de Milán: San Carlos Borromeo (1538 – 1584), disponiendo la instalación de hospitales de emergencia y acudiendo personalmente a cuidar de la asistencia de los enfermos, en su mayoría indios; confesaba y auxiliaba a los moribundos y cargaba personalmente las camas y frazadas que, de noche, llevaba a los enfermos.
Finalmente, después de un glorioso aunque breve episcopado de 3 años y 3 meses, durante el cual dejo un grato e imperecedero recuerdo de ejemplar abnegación y de heroica caridad cristiana y sacerdotal, este venerable prelado hallándose en oración en la S. Iglesia Catedral, fue acometido de un ataque de apoplejía (según Lorenzana), o de la peste de “Matlahzahuatl” (según Beristain y Sooza), falleciendo, en su palacio episcopal de la ciudad de Puebla, entre las 3 y 4 de la mañana del 19 de julio de 1737.
Conviene hacer constar aquí, que no puede aceptarse la versión de algunos historiadores que afirman que falleció el Ilmo. Sr. Crespo mientras se encontraba en oración en la capilla de su palacio episcopal, según unos y, en la S. Iglesia Catedral, según otros, ya que sobre el particular no hay constancia alguna que apoye estas versiones.
Sus restos mortales reposan en la “Cripta de Obispos” de la S. Iglesia Catedral de Puebla.
El retrato de este ilustre Mitrado Angelopolitano, abnegado apóstol de la caridad cristiana en el socorro eficaz y desinteresado de las numerosas víctimas de la peste de “Matlahzahuatl” y fiel observante de las palabras de Cristo: “El buen Pastor da la vida por sus ovejas…”, ostenta el siguiente Elogio: